Carrito vacío
La piel y la industria del calzado son indisolubles. Desde sus orígenes y en todas las culturas, la piel animal fue la materia prima para la fabricación de zapatos de cualquier tipo: botas, mocasines, o sandalias. Sin embargo, la lucha contra el maltrato animal y la conservación de especies en peligro, ha obligado a fabricantes y consumidores a definir una postura.
Si bien este es un tema importante, no fue este el motivo por el que empezaron a utilizarse materiales sintéticos en la industria del calzado. Fue más bien el afán de aumentar el volumen de producción y reducir la duración de los procesos.
Así, en la actualidad, conviven estos dos factores en la decisión de qué material elegir para hacer y comprar zapatos: el factor moral y el económico.
La piel y el cuero que con más frecuencia se utilizan en la industria del calzado son de origen vacuno. No obstante, también son frecuentes el uso de piel de caballo y cabra. Incluso se pueden encontrar en menor medida, pieles de apariencia exótica como la del cocodrilo.
La industria de la curtiduría y peletería, que se encarga de proveer de pieles y cueros listos para su uso es muy compleja. No solo surten a los zapateros, sino también a talabarteros y tapiceros. Y, a pesar de que la tecnología ha modificado, simplificado y apresurado sus procesos, sigue siendo una industria en buena medida tradicional.
Como alternativa a la piel “natural”, en los años 80 se introdujo con éxito la piel artificial o sintética. En este producto de la industria textil, predominan los polímeros acrílicos, aunque también se incorporan fibras naturales como lana o algodón.
“Piel sintética”, “piel artificial”, “piel falsa”, e incluso “piel vegana” son sinónimos. Sin embargo, recientemente se ha optado por el uso y difusión del último término presentarlo como la alternativa a un dilema ético. Y es que la denuncia o detracción sobre el uso de la piel “natural” va en dos sentidos. Primero el sufrimiento infligido a los animales en su sacrificio y luego, el aspecto no-sustentable de los procesos de la industria en general como el alto consumo de agua, la fuerte huella de carbón, y el uso de químicos tóxicos.
Haciendo a un lado los debates éticos, se pueden reconocer diferencias objetivas entre los materiales, que los hacen más o menos convenientes para ciertos usos.
Es verdad que la textura, flexibilidad e incluso la personalidad de la piel “natural” es difícil de emular. Sin embargo, la piel sintética es tan resistente como la natural y es incluso más elástica. Además, se puede lavar en seco o con agua y puede ser más ligera e impermeable.
Todas estas características la hacen una excelente opción tanto para productores como para compradores pues la piel sintética ofrece calidad, versatilidad y, por supuesto, el elemento moral.